La franja de Sahel, una región de África que se extiende a lo largo de miles de kilómetros de ancho, ha sido testigo de una transformación drástica en las últimas décadas debido al cambio climático. Su población, compuesta principalmente por comunidades rurales y nómadas, está experimentando desafíos profundos y crecientes que amenazan su bienestar y supervivencia.

Las comunidades que históricamente han dependido de la agricultura y la ganadería para su subsistencia se ven enfrentadas a la pérdida de cultivos y la muerte de ganado debido a la falta de lluvias. Esto ha provocado una inseguridad alimentaria generalizada, obligando a las familias a recurrir a desplazamientos forzados.

La escasez de agua es otro problema apremiante. Los ríos y fuentes de agua que solían ser fuentes confiables de abastecimiento están disminuyendo rápidamente. Esto no solo afecta la disponibilidad de agua potable, sino que también reduce la capacidad de riego para la agricultura, lo que agrava aún más la inseguridad alimentaria.