Asilo y refugio LGTBI

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En 72 países la homosexualidad es ilegal y en 6 se castiga con la pena de muerte.

 

Miles de personas refugiadas lo son por su orientación sexual y/o su identidad de género. Es una realidad invisible en las estadísticas, ya que no hay cifras oficiales de asilo en España que la reflejen, diluida en nacionalidades, sexo y otras variables. La causa de la huida de la mayoría de personas refugiadas gais, lesbianas, transexuales, bisexuales, intersexuales o queer es la persecución social, política o jurídica que sufren en sus países y cuyas consecuencias van de la discriminación y el acoso a la violencia, e incluso la muerte.

 

Actualmente existen 72 países que penalizan los actos sexuales consensuados entre personas adultas del mismo sexo. Aún hoy en día en seis de ellos se castiga con pena capital: Irán, Arabia Saudí, Yemen, Nigeria, Sudán y Somalia y en otros cinco (Mauritania, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Pakistán y Afganistán) la pena de muerte está contemplada si así lo decide quien juzgue el caso. Si bien es cierto que gracias al Derecho Internacional de los Derechos Humanos se está registrando una clara tendencia hacia la descriminalización a nivel mundial, con ejemplos como el de Botsuana, también lo es que la LGTBIfobia sigue presente en las sociedades después de la despenalización. Por eso debe tenerse en cuenta que un país cuyas leyes no castiguen a las personas LGTBI no es automáticamente seguro.

 

Puede darse una LGTBIfobia social generalizada y que el aparato estatal no sea capaz de proteger de la persecución a las personas que la sufran, bien por incapacidad de acción, o bien por la LGTBIfobia de las propias autoridades.  Por otro lado, asistimos a una época convulsa, con un repunte de los ataques y abusos hacia los colectivos minoritarios, en pleno ascenso de corrientes ultra conservadoras en países con gran influencia internacional. A través de los medios de comunicación se envían a la población mensajes de odio hacia quienes defienden o viven una definición de género no binaria. La defensa de la “familia tradicional” está en la agenda de muchos gobiernos y partidos, poniendo en jaque la libertad conseguida en los últimos años y la efectiva materialización de los derechos y libertades reconocidos por el derecho internacional de Derechos Humanos. Un contexto que pone en situación de especial vulnerabilidad a las personas refugiadas LGTBI, que pueden sufrir rechazo, además de por su orientación sexual o identidad de género, por el hecho de ser personas migrantes y/o racializadas. Es imprescindible dar a conocer esta realidad, así como las cifras oficiales de solicitudes de asilo relacionadas con la persecución al colectivo LGTBI+, y adecuar la protección y atención a las necesidades específicas de las personas, tanto en la acogida como en la atención jurídica, social y psicológica.

 

La inclusión de las personas refugiadas LGTBI

Las experiencias de personas refugiadas LGTBI, su bienestar, satisfacción vital, salud y calidad de vida, unido a su acceso a los diferentes servicios, no pueden comprenderse sin incluir el contexto sociocultural en el que se encuentran sumergidas. Una pieza universalmente descrita como condicionante que afecta directamente a la salud dentro del colectivo es el estigma asociado a la variación. El estigma es un término que define «un atributo totalmente desacreditador y además engloba una serie de relaciones entre el individuo estigmatizado y su entorno». Las personas refugiadas LGTBI se encuentran doblemente estigmatizadas; por un lado, por su diversidad sexual, ya sea su orientación sexual o identidad de género, y, por otro, por su condición de personas migrantes y/o racializadas.

 

Las consecuencias psicológicas de la estigmatización se suman a otros condicionantes vitales que dejan a este colectivo en una zona de vulnerabilidad y riesgo de padecer una calidad de vida y salud adversas, pudiendo generar miedo al rechazo o un autoconcepto deteriorado que, en algunos casos, genera homofobia y transfobia interiorizada, reflejada en sentimientos de vergüenza y culpa, baja autoestima y conductas destructivas.  En muchas ocasiones, a lo anterior se suma el efecto del rechazo familiar, el acoso, el abuso, el duelo migratorio o la discriminación laboral.

 

La salud física y mental son elementos necesarios y su desarrollo es vital para que una persona pueda llevar una vida congruente a la dignidad humana. Es por este motivo, entre otros, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el derecho humano de toda persona al goce de la salud como un derecho universal. Podemos afirmar que, debido a todas estas situaciones complejas que experimentan las personas refugiadas LGTBI a lo largo de su trayectoria vital, su bienestar psicológico y, por tanto, su salud psicosocial, se ve fuertemente dañada.  Las personas solicitantes o beneficiarias de protección internacional por motivos de orientación sexual, identidad o expresión de género, en muchas ocasiones rompen totalmente con su red social y familiar más cercana, ya sea por la distancia del país de origen o porque es el propio entorno quien ha discriminado o generado la persecución. Por ello es importante crear una nueva red en el país de llegada, donde las personas puedan establecer un entorno seguro y de confianza para no revivir situaciones de violencia. Estos espacios pueden servir para acercar a aquellas personas que quieran formar parte activa de las reivindicaciones de la comunidad LGTBI, así como para conocer a otras personas que han vivido situaciones similares y romper el miedo de vivir su orientación y/o identidad con libertad.

 

Asimismo, el acercamiento cultural y el aprendizaje del idioma resultan un elemento clave para aquellas personas refugiadas no hispanoparlantes. Una herramienta tan fundamental para la vida se hace también un vehículo de recuperación, a través de modelos docentes que favorezcan la autonomía y les empoderen y del uso de materiales y contenidos didácticos que visibilicen la diversidad y contribuyan a eliminar el estigma que muchas de las personas refugiadas LGTBI acarrean.  En suma, defender los derechos de las personas refugiadas LGTBI, y proporcionar una atención especializada con perspectiva de género son las vías para favorecer su inclusión y recuperación, tras haber sufrido, en la mayoría de los casos, una historia de rechazo, violencia y discriminación.  Poder ser con dignidad, amar con libertad, y construir la propia vida sin miedo, sin vergüenza y con orgullo, son derechos de todas las personas, y de todas es la responsabilidad de defenderlas.

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