Entrevistamos a Marta Tafalla, doctora en filosofía y profesora en la Universitat Autònoma de Barcelona. Su línea de investigación consiste en estudiar cómo nos relacionamos con las demás especies y con el conjunto de la biosfera en el contexto de la crisis ecológica, del caos climático y la extinción masiva de especies que estamos provocando. Hablamos con ella tras la publicación de su último libro Filosofía ante la crisis ecológica (Plaza y Valdés, 2022) sobre las consecuencias que la crisis climática tendrá en los desplazamientos de personas, en un momento en el que el término “migraciones climáticas” cobra cada vez más relevancia.
Empecemos por el propio contexto. Quizás en nuestro entorno es común hablar de personas refugiadas climáticas, pero ¿cuánto tiempo crees que se va a tardar en que este sea un término reconocido por la sociedad en general?
Creo que cada vez más personas conocen este concepto y son conscientes de que el caos climático está empezando a generar migraciones climáticas y que la situación podría agravarse en pocos años. Por ejemplo, entre mis estudiantes, en la universidad, detecto una preocupación creciente por estos temas. Y también aparece con más frecuencia en los medios de comunicación.
Se estima que la mayoría de las personas van a moverse simplemente de lugar en regiones o países vecinos. Antes de llegar a Europa, que a priori es lo que puede hacer que deba cambiar el sistema de acogida, las personas se desplazarán en el interior de África, Latinoamérica o Asia. ¿Qué mecanismos o proyectos pueden desarrollar los países más afectados, así como los occidentales, para prevenir estos movimientos de personas?
Efectivamente, la mayoría de las personas que migran lo hacen dentro de sus propios países o a países vecinos. Estas migraciones se producen a menudo en países empobrecidos, que tienen dificultades para atender correctamente a estas personas.
Para reducir estas migraciones que no se producen de manera voluntaria, sino huyendo de problemas como guerras o sequías, los países enriquecidos deberían tomar una serie de medidas urgentes. Una de ellas es trabajar de manera coordinada a nivel internacional para intentar mitigar el calentamiento global, así como frenar la extinción masiva de especies y la degradación de los ecosistemas. Pero, a la vez, también fomentar medidas para favorecer la adaptación al calentamiento global que es ya inevitable, por ejemplo renaturalizando las ciudades para que las temperaturas elevadas en verano sean más soportables. Por otra parte, se debe trabajar para fomentar a nivel internacional mejoras sustantivas en el sistema educativo y el sistema sanitario, que son claves para hacer frente a los problemas que traerá el caos climático. Colectivamente, deberíamos reforzar la sanidad y la educación, que son la base para vidas justas, y dejar de producir y transportar globalmente toda suerte de objetos innecesarios que tienen un coste medioambiental enorme.
¿De qué zonas del planeta procederán las personas que antes tengan que abandonar sus lugares de origen por este asunto?
A la velocidad a la que está aumentando la temperatura, todos los países van a verse afectados de unas formas u otras. En algunos lugares aumentará la sequía, en otros los incendios forestales y en otros las lluvias torrenciales. En zonas costeras, sufrirán el aumento del nivel del mar. El aumento de temperatura también cambiará la distribución geográfica de algunas enfermedades. Las olas de calor dificultarán la vida cotidiana en muchas regiones y pondrán en riesgo la salud de las personas y el cultivo de alimentos. De hecho, uno de los mayores peligros del caos climático es que puede poner en riesgo nuestro sistema de producción de alimentos basado en la agricultura. La agricultura depende de un clima suave y de unos ciclos naturales estables, como los que hemos tenido en los últimos 11.000 años. Si la temperatura aumenta muy rápido, si el régimen de lluvias se desordena, si empieza a granizar cuando no toca, si no llueve lo suficiente… la actividad agrícola se resiente muy rápido.
A menudo no somos conscientes de cuáles son los fundamentos que sostienen nuestra forma de vida, nuestra sociedad. Los seres humanos hemos podido desarrollar sociedades muy complejas y aumentar nuestra población gracias al clima estable del que hemos disfrutado desde hace unos 11.000 años. Es gracias a ese clima que hemos podido practicar la agricultura, y gracias a la agricultura ha podido aumentar la población humana y hemos construido sociedades complejas. Pero el incremento de temperatura pone en riesgo esa agricultura de la que depende nuestra sociedad y nuestra forma de vida. Y hay que recordar que actualmente tenemos una población muy elevada, ocho mil millones de personas, nunca antes habíamos tenido una población tan alta. Si ahora empezamos a tener problemas para producir alimentos, la situación puede ser muy compleja. Por eso algunas personas insistimos tanto en la necesidad de transitar hacia dietas vegetales, porque las dietas vegetales necesitan menos extensión de tierra para alimentar a la población y por ello son más resilientes, además de que las dietas vegetales tienen menos emisiones de gases de efecto invernadero.
Es importante entender que el problema es global y que ningún país va a quedarse a salvo. Pero es cierto que en algunas regiones del mundo parece que van a sufrir con mayor rapidez situaciones más graves. El artículo “Quantifying the human cost of global warming”, publicado en Nature Sustainability hace pocas semanas, emplea el concepto de “nicho climático humano”.
¿A qué hace referencia ese término?
El concepto de “nicho climático humano” se refiere a un clima que permite que los seres humanos se desarrollen con salud y puedan construir sus sociedades. Si la temperatura sube tanto que se sale de ese “nicho climático humano”, la vida humana se vuelve cada vez más difícil, aumentan los problemas de salud, se hace cada vez más difícil cultivar alimentos, y puede llegar a ser imposible seguir viviendo en ese lugar. Según este estudio, el 9% de la población mundial ya se ha visto expulsada de este nicho por el aumento de temperatura, lo que implica que su salud se ve seriamente afectada, que no puede prosperar y que puede verse obligada a emigrar. El artículo advierte que nos encaminamos hacia un aumento de 2.7 °C a finales de siglo si continuamos con las emisiones de gases de efecto invernadero actuales. Con ese aumento, un tercio de la población mundial viviría en zonas que quedarían fuera del “nicho climático humano”, lo que pondría en riesgo su salud y se vería obligada a emigrar. Los países más afectados parece que serían India, Nigeria, Indonesia, Filipinas, Pakistán, Sudán y Níger. El artículo también nos dice que, en los peores escenarios, si la temperatura subiera entre 3 y 4 °C hacia finales de siglo, la mitad de la población mundial quedaría fuera del “nicho climático humano” y tendría que emigrar.
Todo esto, sumado a que las migraciones no serán solo humanas.
Por supuesto. El caos climático también afecta a las demás especies y al conjunto de los ecosistemas. Muchos animales salvajes intentarán también desplazarse a otras regiones, y las plantas lo harán transportadas por los animales. Sonia Shah ha escrito un libro muy interesante sobre esto: La próxima gran migración, que recomiendo para entender a qué nos enfrentamos. Es importante comprender que el caos climático y la crisis ecológica en general también produce mucho sufrimiento a los animales salvajes, que no tienen responsabilidad ninguna y, más allá de los padecimientos individuales, degrada los ecosistemas. Si las especies comienzan a desplazarse de manera muy rápida y los ecosistemas se ven modificados por el aumento de temperatura podemos encontrarnos con situaciones muy complejas. De los ocho millones de especies de animales y plantas que existen, un millón están ya en riesgo de extinción, según la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). El aumento de temperatura pondrá a más especies en peligro y eso irá desmontando los ecosistemas. Cada especie realiza funciones ecológicas, de modo que su desaparición deja esas funciones por realizar.
¿Qué origina más personas refugiadas climáticas, los fenómenos medioambientales (sequías, inundaciones…) o la mano del hombre (deforestación, abuso de los recursos naturales…)?
Las personas están migrando por razones diversas, desde guerras a eventos meteorológicos extremos. A menudo no migran por una sola razón, sino por un entramado de motivos que se retroalimentan. Por ejemplo, las sequías persistentes pueden aumentar la conflictividad social.
En las últimas décadas, los seres humanos hemos acelerado la devastación medioambiental. No solo estamos provocando el caos climático, sino también una extinción masiva de especies. Además, estamos contaminando con productos tóxicos la tierra, los ríos, el mar, la atmósfera. Y en cada vez más lugares extraemos tantos recursos de los ecosistemas que estos no pueden regenerarse. Estamos deforestando a toda velocidad muchas regiones de Latinoamérica para producir carne y madera, regiones que eran ecosistemas riquísimos. Estamos cazando y pescando animales a una velocidad enloquecida, produciendo mucho sufrimiento a los animales y a la vez desestabilizando los ecosistemas, porque los animales salvajes realizan funciones ecológicas.
La suma de todos estos problemas hace que los ecosistemas estén cada vez más degradados y la vida en ellos sea más difícil. Por tanto, no tenemos solo problemas concretos sino un entramado de problemas que se retroalimentan entre sí. La crisis ecológica es una crisis de sistema.
¿Tiene España riesgo de sufrir una catástrofe ambiental que pudiera hacer que fuésemos nosotras/os quienes tuviésemos que emigrar?
Claro que sí. Hace cuatro años se publicó un estudio realizado por la Escuela Politécnica Federal de Zürich: “Understanding climate change from a global analysis of city analogues”. En él advierten que, hacia 2050, Madrid tendrá un clima similar al que ahora tiene Marrakech. Un cambio de clima tan rápido es muy problemático. Las ciudades tendrán que encontrar el modo de adaptarse a ese clima más cálido sin que dañe la salud de las personas. En España habrá que adaptar también la actividad agrícola, apostar por cultivos que aguanten mejor el calor y requieran menos agua. El turismo, del que España es muy dependiente, se verá seriamente afectado. Y los ecosistemas sufrirán también los efectos del cambio de clima y se degradarán todavía más de lo que ya están.
Estos problemas se agravan porque no nos estamos preparando para este escenario, sino todo lo contrario. En España dilapidamos agua en cultivos que requieren mucho riego, y además estamos contaminando los acuíferos con los purines de la ganadería.
¿Qué mensaje, en resumen, hay que enviarle a la ciudadanía sobre este tema?
Es importante que la ciudadanía entienda las causas del caos climático: los países industrializados, los países ricos, son quienes históricamente han emitido más gases de efecto invernadero y lo siguen haciendo. En cambio, los países africanos, por ejemplo, han tenido emisiones mucho menores, y sin embargo están sufriendo mucho más los efectos del calentamiento global. Por tanto, los países ricos tienen una responsabilidad sobre el daño causado a los países empobrecidos.
Un ejemplo sencillo para entenderlo es la aviación. Según la plataforma Quédate en Tierra, el 1% de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por la aviación comercial. Al mismo tiempo, un 80% de la población mundial nunca se ha subido a un avión.
Debemos ser conscientes de que el caos climático y, en general, la crisis ecológica, es el problema más grave que ha tenido nunca la especie humana, que afecta además a todas las otras especies y al conjunto de la biosfera. Ante un problema de tal magnitud, necesitamos repensar conceptos y criterios de acogida.
